Declaración de Parí­s

filosofiaestambul En el Día Mundial de la Filosofía que se viene celebrando cada tercer jueves de noviembre desde el año 2002, a propuesta de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) me gustaría recordar el presente texto que pertenece a la conocida como "Declaración de París" fruto de unas jornadas celebradas en febrero de 1995 en la Capital del Sena.

Cada año es un país nuevo el que acoge el acontecimiento, en el 2005 se celebró en Santiago de Chile, al año pasado tuvo lugar el Rabat (Marruecos) y este año de 2007 la celebración está teniendo lugar durante los días 21 a 23 de noviembre en Estambul (Turquía). Para los próximos años los candidatos son Italia y Rusia.

Nosotros, participantes de las jornadas internacionales de estudio de Filosofía y democracia en el mundo, celebradas en París los días 15 y 16 de febrero de 1995,  

constatamos que los problemas de los que trata la filosofía son los relativos a la vida y la existencia de los hombres universalmente considerados;

estimamos que la reflexión filosófica puede y debe contribuir a la comprehensión y a la conducción de los asuntos humanos;

consideramos que la actividad filosófica, que no sustrae idea alguna a la libre discusión, que se esfuerza en precisar las definiciones exactas de las nociones utilizadas, en verificar la validez de los razonamientos, en examinar atentamente los argumentos de los demás, permite a cada uno aprender a pensar por sí mismo;

subrayamos que la educación filosófica favorece la apertura de espíritu, la responsabilidad cívica, la comprensión y la tolerancia entre los individuos y los grupos:

reafirmamos que la educación filosófica, por formar espíritus libres y reflexivos, capaces de resistir a las diversas formas de propaganda, de fanatismo, de exclusión y de intolerancia, contribuye a la paz y prepara a cada uno a hacerse cargo de sus responsabilidades frente a los grandes interrogantes contemporáneos, en el dominio de la ética especialmente;

juzgamos que el desarrollo de la reflexión filosófica, tanto en la enseñanza como en la vida cultural, contribuye de manera importante a la formación de ciudadanos al ejercitar su capacidad de juicio, elemento fundamental de toda democracia.

Por ello, con el compromiso de hacer cuanto esté en nuestro poder -en nuestras instituciones y en nuestros respectivos países- por llevar a cabo tales objetivos, declaramos que:

Una actividad filosófica libre en todas partes debe ser garantizada, en todas sus formas y en todos los lugares en que pueda ejercitarse, a todos los individuos. La enseñanza filosófica debe ser preservada o ampliada allá donde exista, creada donde no, y denominada explícitamente filosofía.

La enseñanza filosófica debe ser garantizada por profesores competentes, formados expresamente al efecto, sin que pueda subordinarse a ningún imperativo económico, técnico, religioso, político o ideológico.

Aun preservando su autonomía, la enseñanza filosófica debe estar, allí donde sea posible, efectivamente asociada -en lugar de meramente yuxtapuesta- a la formación de universitarios y profesionales, y en todos los ámbitos.

La difusión de libros accesibles a un público amplio, tanto por su lenguaje como por su precio de venta; la creación de emisiones de radio o de televisión, de cassettes de audio o de vídeo; la utilización pedagógica de todos los medios audiovisuales e informáticos; la creación de múltiples foros donde debatir libremente, y en general toda iniciativa susceptible de favorecer el acceso de la mayoría a una primera comprehensión de las cuestiones y de los métodos filosóficos deben ser estimuladas a fin de generar una educación filosófica para los adultos.

El conocimiento de las reflexiones filosóficas de las diferentes culturas, la comparación de sus aportes respectivos, el análisis de cuanto les aproxima o separa, deber ser perseguidos y sostenidos por las instituciones de investigación y de enseñanza.

La actividad filosófica, en tanto práctica libre de la reflexión, no puede considerar ninguna verdad como definitivamente adquirida, e incita a respetar las convicciones de cada uno; mas en ningún caso, so pena de renegar de sí misma, debe aceptar las doctrinas que niegan la libertad de otro, ofenden la dignidad humana y engendran la barbarie.

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